ANALIZANDO 'LA JOVEN DEL AGUA' (1) - Reseña Informativa

lunes, 13 de junio de 2016

ANALIZANDO 'LA JOVEN DEL AGUA' (1)

ANALIZANDO 'LA JOVEN DEL AGUA' (1)


LA DAMA NARF

Siguiendo ese hilo conductor de análisis cinematográfico, ahondemos en la extraordinaria oportunidad que el varón y la mujer tienen para comprender aspectos desconocidos de su dimensión espiritual, a través del examen del lenguaje alegórico. En este caso, un hombre falto de autoestima, constantemente lastimado por un durísimo evento que marcó su vida, se verá obligado a enfrentar una misión que pondrá a prueba sus capacidades.

En La Joven del Agua, Night Shyamalan (director al que ya conocimos en 'Señales') nos relata un cuento que habla de lo indispensable que es para el hombre adentrarse en la visión femenina, para entender y entenderse, por encima de lo que sus ojos físicos le sugieren.
Sirva mi análisis para reivindicar una de las más bellas historias que ha parido la pantalla grande en los últimos años. Denostada por gran parte de la crítica -que se burló de su espíritu-, La Joven del Agua es inspiración para el alma, razón suficiente para visitarla en este recorrido que trata de aportar imágenes nutritivas, útiles claves que faciliten la recuperación de ese íntimo lenguaje interior que conduce al origen espiritual. Sobre este habla, y sobre las dificultades que las apariencias ejercen sobre el entendimiento, el propio autor nos cuenta que…
 
 
‘Hubo un tiempo en el que el hombre y las criaturas del agua estaban unidos. Ellas nos inspiraban, nos hablaban del futuro. El hombre escuchaba y todo se hacía realidad… pero el hombre no sabe escuchar muy bien.
 
La necesidad del hombre de apropiarse de todo, lo llevó a alejarse tierra adentro…
 
 

El mundo mágico de los que viven en los mares y el mundo de los hombres, se separaron.
 

Con el paso de los siglos ese mundo mágico y todos sus habitantes se dieron por vencidos.
 

El mundo de los hombres se volvió más violento, se sucedieron las guerras, al no haber guías a los que escuchar.
 

Ahora, las criaturas del agua vuelven a intentarlo; intentan llegar a nosotros. A unas pocas de las más jóvenes las han enviado al mundo del hombre. Las han llevado a altas horas de la noche, donde habita el hombre. Un fugaz cruce de miradas, y el despertar del hombre se hará realidad.
 

Pero sus enemigos deambulan por la tierra.
 

Si bien hay leyes para proteger a las más jóvenes, las envían conscientes de que sus vidas corren un
 grave peligro.

Muchas no regresan. A pesar de todo lo intentan. ¡Intentan ayudar al hombre! Pero el hombre ha olvidado cómo escuchar…’
 

Como ocurriera en ‘Señales’, nos situamos a las afueras de la ciudad de Filadelfia, concretamente en un bloque de apartamentos llamado ‘The Cove’ (La Ensenada). Se trata del escenario en el que se desarrolla este cuento. Absolutamente todo transcurrirá allí, un espacio de paso, una parada –como ciclo vital de transición- en medio de las experiencias de sus inquilinos.
 

La introducción ya nos dio las claves: el Mundo Azul desea hablarle al hombre… ¿qué mejor lugar para ello, que la urbanización a la que han recalado un montón de humanos en constante tránsito, como la vida misma? Aquel edificio con forma (y nombre) de bahía, en el que el mar, el Mundo Azul, está representado por una piscina (con una forma muy similar a un corazón), se está expresando con su color blanco, según confiesa el propio Shyamalan, para que cada personaje resalte y añada su particular carácter. La piscina será el punto de encuentro de todos los vecinos. Si hay una puerta para acceder a los demás, es ese espacio de recreo, imagen del espíritu universal e individual que es nuestro epicentro. Luego, el Mundo Azul personifica al cosmos espiritual, el eterno océano primigenio del que parte todo lo material.
 

EL RECIÉN LLEGADO
 

Érase que escuchamos los gritos de cinco mujeres jóvenes (las hermanas de la Torre), hispanas, asustadas por la presencia en su apartamento de -según intuimos- un roedor.
 

El encargado del complejo de viviendas, el superintendente Cleveland Heep, se ocupa de matarlo.
 

Heep es más que un simple supervisor, algo más que el responsable del mantenimiento de La Ensenada, pero él mismo lo ignora. Tras lo exclusivamente aparente, el lenguaje visual nos permite comprender que Heep ha protegido a las cinco chicas, no de un simple e inofensivo roedor, sino de sus miedos.
 
Tal como ocurriera con el protagonista de Señales, Cleveland Heep se siente un hombre muy desgraciado, aunque desconocemos la razón. Se ve a sí mismo como un ser simple, poco útil, pero llegará el momento en que alguien le recuerde que todos tenemos un cometido, una función importante en la vida de los demás…
 
Desde un principio sabemos que nuestro protagonista tiene problemas con el lenguaje: la fluidez de su voz se ve entrecortada con un molesto tartamudeo, aquí signo de insuficiencia para expresar su propio mundo emocional. Estas limitaciones están subrayadas en la diferencia lingüística entre él y las cinco hermanas hispanas, que necesitan de la traducción de su padre para hacerse entender.
El aislamiento que sufre Cleveland Heep es una constante en la mayoría de los personajes que se nos presentarán. El color verde del uniforme del superintendente, aunque pudiera parecer irrelevante, no lo es.
 

Los colores siempre hablan en las películas de Night Shyamalan, y aquí no será una excepción. El verde podría representar el aislamiento, la incomunicación y hasta la reclusión: Heep habita un bungalow, rodeado de verde césped, frente al níveo bloque de apartamentos. Aquel es su mundo aparte.
 

¿Cuál es el mundo de los demás habitantes de La Ensenada?
 
Al siguiente que se nos presenta es a un extraño individuo, de aspecto insulso, que acaba de llegar a la urbanización. Se llama Farber, crítico de cine venido desde muy lejos, que desde un primer instante parece sentirse poco confortable en aquel lugar.

 

La distorsionada percepción de Heep, tan habitual en el Sistema de Control, le impide ver la realidad del nuevo inquilino, al que cree un hombre de gran valía. En este caso, la falta de autoestima del encargado le hace cometer ese error. Todo parece indicar que Farber, ser estirado, parco en palabras y de rostro inexpresivo, vive un bajón en su carrera, razón por la que se ve obligado a aceptar un empleo en el periódico local.
 

Después de que Heep le dé la bienvenida al recién llegado, se encarga de conducirlo hasta su vivienda. Durante el recorrido asistimos a la presentación de los otros vecinos, en apariencia, convencionales:
Tenemos a Young-Soon…
 

…una universitaria china que vive con su madre, la señora Choi, que también tiene un problema con el lenguaje: no habla una sola palabra de inglés.
 
Caminan por delante de la vivienda del señor Leeds, un hombre solitario que pasa de los cincuenta. Intuimos que sus días transcurren encerrado en casa -sentado ante el televisor- viendo las noticias de la guerra en Irak. Cuando el inseguro Heep y el altivo Farber pasan por delante de su puerta abierta, Leeds los observa sin pronunciar palabra alguna.
 
El ostracismo al que se somete voluntariamente tiene, en el silencio que les muestra, su más evidente manifestación.
 
Vemos a otra inquilina, la señora Bell, abuela, cabello cano, y amante de los animales, a los que recoge y cuida.
Cleveland la considera una mujer muy inteligente, razón por la que cree que hará buenas migas con el recién llegado.
 
Junto al apartamento de Farber viven cinco chicos jóvenes, siempre sentados, fumando, hablando de cosas que, aparentemente, carecen de importancia.
 
Y luego tenemos a Reggie, un joven deportista que sólo entrena y da forma a la parte derecha de su cuerpo.
 

Por último está la pintoresca señora Bubchik, incapaz de no contar alguna intimidad de su marido al primero que se le cruza por delante. Añade que él no debe saber de esa indiscreción.
 

LA NARF

Desde hace un par de noches, Cleveland Heep advierte la presencia de alguien en la piscina y, últimamente, el agua aparece viscosa y con cabellos.
 
Al finalizar una dura jornada de trabajo, agotado y tras quedarse dormido frente a una televisión encendida que emite noticias sobre la guerra de Irak, el señor Heep escucha chapoteos en la piscina, y cree ver movimientos en el agua. Sale afuera y, creyendo que se trata de una gamberrada, advierte al intruso. Pero nadie responde. Es más, resulta extraño que alguien pueda aguantar tanto tiempo bajo el agua sin respirar. Cleveland se preocupa y entra en la piscina, pero no ve a nadie y, con sus ropas mojadas, resbala y cae al agua, donde queda inconsciente...
 
Despierta en su bungalow, tendido en la cama. Una joven desnuda, de cabello rojizo, completamente callada, lo observa cobijada sobre una manta. Ella es quien estaba en el agua. La chica no siente pudor alguno, pero el superintendente le ordena que cubra su desnudez.
 
Es entonces cuando la desconocida le cuenta que se llama Story, y que es una narf proveniente del Mundo Azul.
 

-¿Sientes algo especial? –le pregunta a un Heep perplejo que responde que no, y ella se siente decepcionada. ¿Acaso debía suceder algo diferente?
 
Es posible que él no sienta nada especial, pero cae en la cuenta de que no tartamudea…
 
-Mi nombre es Cleveland.
 
Story le dice que Cleveland significa de los acantilados; nombre muy apropiado para el responsable de unos apartamentos llamados La Ensenada… (El significado del nombre propio de Heep podría aludir a la dificultad para estar unido a su mundo interior, representado en el Mundo Azul, ya que los acantilados son costas abruptas, cortadas en vertical, difíciles en su acceso al mar.)
 
La joven siente miedo, razón por la que él accede a que se quede allí hasta que se sienta mejor. Al cabo de un breve tiempo, ya dispuestos a salir del bungalow, la tenebrosa silueta de un animal -similar a un perro, pero de mayor tamaño- se arrastra entre el crecido césped del jardín circundante.

 Desafiante, aquella criatura terrorífica se muestra dispuesta a atacarles, lo que obliga a la pareja a regresar a la casa.
 

A la mañana siguiente, aprovechando que una de las inquilinas, Young-Soon, la universitaria de origen chino, le suele prestar libros, el encargado de la urbanización le pide se informe sobre la palabra ‘narf’, término con el que Story se definió.
 
La chica le aclara que esa palabra procede de un cuento oriental y su significado es similar al de una ninfa marina. En este punto, recordemos que las ninfas son criaturas mitológicas que representan a la divinidad femenina.
 
Según cuenta la joven china, su bisabuela acostumbraba a narrarle un relato sobre las narfs, pero no recuerda exactamente su contenido. Añade que dicha fábula le era contada como si de una oración se tratase, subrayando así su carácter extraordinario, espiritual, casi místico, algo que ya se advierte cuando se nos dice que la transmisión del relato se produce por vía femenina, a través de su bisabuela, efigie de sabiduría.
 
Con la intención de que la señora Choi -madre de la joven- le revele más datos sobre el relato, van a su casa. Choi, amén de su dificultad con la lengua inglesa, se muestra muy poco dispuesta a compartir con su hija y Heep el fondo del cuento. Vemos en ambos hándicaps algo nada fortuito, si tenemos presente que las condiciones desventajosas de Heep para acceder a la fábula, no son sino el resultado de la ineptitud para ver más allá de sus narices.
 
El protagonista pone toda su confianza en el sentido de la vista, sobreestimando su valía ante un mundo que funciona sobre los pilares de la engañosa apariencia. Ese acceso denegado a las fuentes del relato narf, deberá ser superado por el señor Heep mediante su inmersión en el lenguaje alegórico, yendo tras las ilusorias cortinas de la imagen visible. Sólo de ese modo se le revelará que el propósito principal de Story es dejarse ver ante un determinado humano, llamado ‘el recipiente’, que al observar a la ninfa habrá de sentir algo insólito y sensacional. Si este propósito se cumple, el humano en cuestión obtendrá una respuesta, y Story podrá regresar a su mundo con el Gran Eatlon, una gigantesca criatura semejante a un águila.
 

Pero cuidado, el relato también nos habla de unas criaturas malignas, llamadas scrunts, que tienen el cometido de matar a las narfs cuando éstas salen del agua con el empeño de ayudar a los seres humanos…
 

Todos esos aspectos del cuento se los confirmará Story al superintendente, concretando algo más sobre la identidad del recipiente que debe verla: se trata de alguien que se expresa con la escritura, de alguien que está escribiendo algo sumamente importante.
 
La palabra, esa muralla que el tartamudo de Cleveland debe salvar cada vez que no está en compañía de la misteriosa ninfa, toma ahora mayor relevancia. La palabra escrita, el medio de expresión que reivindica el Mundo Azul, es una derivación del asunto primordial que da cuerpo a La Joven del Agua, consistente en la recuperación del lenguaje metafórico, formado no por palabras sino por figuras arquetípicas que representan ideas abstractas. Ese es el paradigma que el mundo espiritual desea restaurar en el hombre y la mujer, aquí representados en Cleveland Heep, un individuo que tiene un pobre concepto de sí mismo, consecuencia de su inexpresiva dimensión emocional.
 
A pesar del esfuerzo psíquico y anímico que ello pueda suponerle, Heep se compromete a ayudar a Story en la búsqueda de esa persona que está escribiendo algo notable.
 
Pero como la percepción de la realidad -su vínculo con el mundo físico- está contaminada por las limitaciones de una psique (espiritualmente) disfuncional, supeditada a la falaz apariencia, nuestro protagonista cree que ese escritor podría ser Farber, el arrogante crítico de cine que confiesa detestar las películas románticas, sin duda, como reflejo de su propia atrofia emocional. ¿Cómo va a escribir algo de vital importancia si la altivez no le permite reconocer su grave insuficiencia anímica?
Descartado el crítico, Cleveland se dirige a la señora Bell. Al parecer, esta vecina ha escrito un libro, según Farber le confiesa al supervisor del edificio. Sentada fuera de su apartamento, la señora está junto a su gato. Extrañamente, una mariposa se posa en el hombro de la inquilina justo cuando Heep entabla conversación con ella. Cierto que escribió un libro, le dice a su interlocutor, pero eso fue hace más de veinte años…
 
Tras un nuevo descarte, se dirige a visitar al señor Dury, un hombre culto pero demasiado ensimismado en su afición, hacer crucigramas.
 

Vive con su hijo, Joey, un niño de unos diez años que posee una extraña sensibilidad que, sin embargo, pasa desapercibida a los ojos de todos…
 
-Mira este muñeco de los cereales, papá –le dice el pequeño, que observa la formación de los copos en el tazón de leche-. Tiene la misma cara que puso tía Sylvia cuando supo que a nadie le gustaba su bodegón.
 
Su padre calla y ni lo mira. Tampoco Heep advierte nada digno de atención. De nuevo, la ceguera ante la apariencia. La interpretación que hace el niño carece de interés a los ojos de ambos adultos, que lo oyen hablar pero no lo escuchan. Joey insiste en su comentario, vinculado al estado de ánimo de su tía…
 
-La caja (de cereales) es del mismo color que tu coche, papá. A lo mejor deberíamos coger el coche e ir a visitar a la tía Sylvia...
 
El señor Dury no responde, pero le confiesa a Cleveland que ‘adora las palabras’. Irónico, ¿no? En verdad, a pesar de la cultura que se le presupone, no sabe entender el lenguaje sensible y emocional que su hijo le muestra.
 
Dury es un sujeto intelectualmente ágil, pero sordo en cuanto a los sentimientos. Sólo rellena –sistemáticamente- crucigramas, así que no es el hombre que Cleveland está buscando.
 
La búsqueda debe continuar, y se dirige al apartamento de un grupo bien compacto de jóvenes, conocido como los fumadores. Estos chicos pasan el día juntos, compartiendo charlas aparentemente ociosas, con un lenguaje insustancial y pueril (rozando lo televisivo). Descartados por completo.

Continuará.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario