INTERPRETANDO 'SEÑALES' (1) - Reseña Informativa

martes, 7 de junio de 2016

INTERPRETANDO 'SEÑALES' (1)

LA IMAGEN PRÁCTICA
Nuestras sociedades industriales, tecnológicas, televisivas, están enfocadas a los ojos. La imagen impacta en nuestra mirada y logra el propósito en el que se han empeñado los comerciantes, los publicistas y, ya en un ámbito más tenebroso, los que gestionan y configuran el sistema en sus implicaciones más universales.

No obstante, también las películas ejercen una influencia comparable a la de aquellas historias populares que pasaron al papel, después del largo derivar oral de generaciones que las escucharon de sus antecesoras. Esos cuentos condensaban un saber que se ocultaba tras figuras arquetípicas bien definidas, en tramas que resaltaban el valor, la prudencia, la paciencia, la honestidad, el reequilibrio, el regreso al origen primero.
 
El cine comenzó adaptando vodeviles teatrales, dramas bíblicos e historias épicas; fue el reflejo de las sociedades que lo consumían, y también el medio de animarlas a creer en ideales compartidos: la patria, las guerras en las que se participaba, etc.
 
Pero también hubo un espacio creciente para la cinematografía autocrítica y la exposición de las contradicciones. Y el medio se enriqueció notablemente, pues se había superado el aspecto meramente lúdico y evasivo, otorgándole a los fotogramas un cariz comprometido con los ideales sociales y espirituales, por encima del formalismo político-religioso imperante y su afán propagandista.
 
A la antigua usanza -cuando se escuchaban los relatos alrededor del fuego del hogar-, os invito a adentraros en el cosmos de Night Shyamalan, uno de esos narradores del siglo XXI en cuyos relatos cinematográficos los personajes siguen luchando contra el trágico pasado y el duro presente.
 
En estos relatos se habla de dolor, soledad y guerra (interior y exterior), pero también de renovación, toma de conciencia, realización y triunfo del espíritu humano. Su inspirado autor ha hecho un regalo al mundo. Me propongo honrar su mensaje, respetando la creación que lo envuelve, acercándome a la esencia que impregna cada plano, interpretación, música, y las líneas de su guión.
LA UTILIDAD DE LAS IMÁGENES
El sello de Night Shyamalan consiste en su particular y atractiva forma de mostrar la delgada línea entre el mundo físico y ese otro que está más allá.
El gran público supo de Shyamalan a través de ‘El Sexto Sentido’, espléndida cinta que cautivó por su narrativa y por su sostenida atmósfera de misterio, en la que un niño afronta su facultad de contactar con el mundo de los muertos.
 
Luego vino ‘El Protegido’, particular acercamiento al universo del cómic, cuyo protagonista (único superviviente de un impresionante accidente de tren) no sólo debe encarar la crisis que lo distancia de la mujer que ama, sino aceptar su excepcional condición como anónimo superhéroe.
En 2002 le llegó el turno a ‘Señales’, en la que, al igual que en las anteriores, el autor se encarga de escribir la historia, producirla y dirigirla; por si fuese poca implicación, también interpreta pequeños papeles en sus filmes.
 
Señales. El título ofrece dos interpretaciones; la primera haría referencia a los pictogramas que aparecen en las cosechas de medio mundo durante primavera y verano, a los que se conoce en inglés como crop circles. La segunda es más intimista y hace referencia a las señales espirituales, aquellas que se manifiestan en el mundo material, pero cuyo origen está en realidades más sutiles.
NIGHT SHYAMALAN Y EL VALOR DE LOS HEROES ANÓNIMOS
Como hiciera en los dos filmes que lo preceden, en Señales, Night Shyamalan nos acerca a Filadelfia, a unas millas de la ciudad, en medio de las interminables cosechas de maíz, allá donde hay una casa de estilo victoriano perdida en una granja.
 
No lo sabemos cuando lo vemos, pero en aquel -aparentemente tranquilo- hogar construido de madera, reina el miedo y el silencio. La casa, pintada en tonos rojos, blancos y azules (representando a Estados Unidos, pues esos tres colores son los de su insignia), pertenece a los Hess, cuyo cabeza de familia está interpretado por Mel Gibson.
 
Desde ya se nos está alertando de algo importante: Shyamalan elige cada detalle, aparentemente sin importancia, como los colores del hogar de los Hess, para multiplicar el poder nutritivo de su película…
 
Todo parece normal e imperturbable; junto al porche hay un columpio y una casita infantil, ambos vacíos, nadie juega ya en ellos…
 
Definida por el propio director como una metáfora, una conversación entre el rol de Mel Gibson y Dios, Señales es un sugerente drama existencial disfrazado de suspense. Subyace una libre perspectiva metafísica más allá del celuloide, para quienes deseen ir por encima del común entretenimiento ante la pantalla grande.
 
Nada sobra en una película de este realizador. Nada es superfluo; ésta parece ser la máxima que el autor desea transmitirnos en cada una de sus laboriosas creaciones, concebidas como elementos que pueden ser diseccionados en diversos niveles de profundidad.
 
Nada más comenzar la narración, lo primero que nos llama la atención es el hueco dejado por un crucifijo en la pared de la casa; su ausencia dejó una marca aparentemente indeleble. También vemos una foto de la familia.
 

Es la habitación de Gibson, o lo que es lo mismo, el reverendo Graham Hess, quien se levanta de la cama, sobresaltado, una mañana temprano, tras escuchar los gritos de Bo, su hija de unos seis años.
Al grito de auxilio también se ha levantado el tío de la niña, Merrill, a quien vemos salir del granero, su temporal alojamiento mientras dura la estancia en casa de su hermano.
 
Es entonces cuando vemos a Graham y Merrill entrar en los campos de maíz, que es de donde provenían los gritos de la pequeña, que está acompañada por su hermano mayor, Morgan
 

Los dos niños han descubierto los círculos hechos en medio de la cosecha, tras escuchar el ladrido de los perros. Estos mamíferos ejercen como mensajeros entre los dos mundos, el material y el espiritual. (Un caso de imagen arquetípica semejante lo tenemos en el Toto de El Mago de Oz, y en Terminator II.) El perro –arquetípicamente hablando- personifica al alma (20 %) que –en tanto que perfectamente unida a su Conciencia, 80 %- permanece en constante alerta, a la defensiva cuando advierte la más mínima perturbación.
 
Bo, habituada a tener sueños premonitorios, es un icono perfecto de la naturaleza intuitiva, hasta el punto de confundir la realidad con el mundo onírico. Así, cuando los dos adultos la encuentran a la sombra del maizal, ella dirá: ¿también vosotros estáis en mi sueño?
 
Su hermano Morgan está perplejo frente a uno de los circulares espacios hechos por no se sabe quién. Los tallos de maíz no están rotos, sino perfectamente doblados. Él cree que los círculos los hizo Dios. Para su mente no hay otra explicación. Está –como todos- desconcertado.
 

Gibson pone rostro a un personaje descreído que ha renegado del sacerdocio que ejercía; en breve sabremos la razón de su abandono… Lo primero que piensa cuando observa los círculos en su maizal es que se trata de la obra de los gamberros de turno.
 
Lo que para Graham (Gibson) no es sino un acto vandálico, para su hijo de doce años, demasiado maduro para su edad, sólo puede ser entendido como un fenómeno paranormal, sin duda, obra del Dios al que su progenitor ha dado la espalda, o quizás por ese acto de rebeldía, producto del demonio al que Graham ya no se resiste…
 
Aquí concluye el primer episodio de elementos extraños creados por el enfrentamiento de Graham (alma, 20 %) contra su propia esencia espiritual (conciencia, 80 %). Por un lado, su conciencia lo empuja a asimilar el dolor traumático que lo llevó a romper los lazos espirituales; por otro, el miedo y la agresividad –a los que no pone límites- han comenzado a tomar forma física, en el diseño aparecido en el sembrado.
 
Al margen de la evidente identificación de Graham con una iglesia de la que ha sido pastor, su condición de sacerdote conlleva, en el lenguaje arquetípico, una íntima compenetración con el cosmos espiritual. En ese sentido, las experiencias vitales que habrá de vivir en el transcurso de la trama se enfocan en la renovación de todas las ideas que sobre ese cosmos espiritual él tenía.
Llega la noche y Bo despierta a su padre. Está completamente serena cuando le dice que fuera de la casa, sobre el tejado, hay un monstruo.
 

Acto seguido, con la misma tranquilidad, la niña le pide un vaso de agua. Como digo, ella no conoce las fronteras entre la realidad y el mundo de los sueños. El monstruo que ha interrumpido el descanso de la niña no es sino una alegoría de los temores y recelos que siente el exreverendo, que han comenzado a materializarse, a tomar forma, desde la aparición de los círculos en el cultivo de maíz. Sin embargo, para Graham es mucho menos relevante y complicado creer que dichos círculos son obra de humanos a los que culpar.
 
Igualmente, prefiere no creer en el aviso de Bo, portavoz de aquello que se está cociendo en la psique (a un nivel alma, 20 %) de su padre, y que está tomando forma en la materia, ahora en el monstruo del techado. Toda explicación que se aleje de lo racional es, para él, producto de fantasías infantiles.
 
Sin embargo, a Graham, mutilado de toda capacidad intuitiva y comprensiva (inactivo a un nivel de Conciencia, 80 %), le preocupa que su hija pida agua teniendo un vaso en su mesilla de noche.
El sentido arquetípico de la imagen ‘agua’ es muy claro, y ya lo analizamos aquí, cuando vimos el cuento de las Bodas de Canaá. El agua personifica al alma (el 20 %, las emociones), como imagen que concentra la receptividad y la feminidad.
 
Conviene saber que la pequeña cree que el agua que bebe está contaminada, razón por la que pide más y va dejando la casa sembrada de vasos de agua a medio beber; es irracional, pero arquetípicamente coincide de pleno, pues, ciertamente, las almas de todos los habitantes de la casa están ‘contaminadas’ por la guerra interna que vive Graham. Bo tiene un natural e instintivo aprecio por consideraciones etéreas que escapan al entendimiento de su padre, traumatizado por la literalidad. Nadie sacará a la niña de su aparente rareza…
 
El director nos presenta –a través de aspectos aparentemente triviales- unos personajes que son como son por una causa más trascendente de lo que parecería a simple vista.
 
Así, si Bo es maniática con el agua de beber, su hermano Morgan es –afortunadamente- asmático. (En efecto. Su enfermedad será decisiva para que pueda salvarse de una muerte inminente.)
 
Allí, en medio de la oscura y tranquila madrugada, la niña pregunta a su padre si habla con su mamá... Al comienzo de la película vimos el retrato de toda la familia, incluida la madre, pero ahora sabemos más: se nos desvela que la señora Hess ha muerto seis meses atrás, en un trágico accidente.
Graham le responde que suele hablar a mamá, pero que ésta nunca le responde. Y es que el lenguaje metafísico es emocional, incluso simbólico, pero no verbal. Se precisa una adaptación para la que el viudo no está dispuesto. (De hecho, habrá ocasión de ver que, en efecto, la señora Hess sí que le ha hablado a su esposo -desde el umbral de la muerte- entre ambos mundos. Sin embargo, Graham –apegado a la literalidad- no supo interpretar aquellas palabras.)
 
La charla nocturna agobia al personaje de Gibson, desde el comienzo, desolado, indefenso de sí mismo (en tanto que no protegido por su propia Conciencia, el simbólico 80 %), vacío de consuelo e incapaz de confortar a la pequeña. En lo que va de metraje no lo hemos visto acariciar o abrazar a sus hijos. En definitiva, el personaje está lejos de fluir, pues sólo fluye quien permanece estrechamente unido a su fuente, a su origen, equilibrio entre emociones (20 %) e intelecto (80 %), o como deseemos llamarlo.
 
Demasiada incomprensión existe en el renegado sacerdote como para sentirse enlazado a su porción (la Conciencia, a la que he llamado simbólicamente 80 %) más elevada, en este caso, lógicamente representado por la figura de Dios Padre. De tal modo que es entonces, en medio de aquella conversación con su hija, cuando Graham advierte la silueta misteriosa de un ser con apariencia humana sobre el tejado.
 

Adviértase la relación directa entre su estado emocional (causa) y la aparición de ese intruso (consecuencia), ahí afuera. La niña, heraldo del mundo energético, psíquico, que gesta las creaciones materiales, llevaba razón.
 
Graham es un rol creíble, el del hombre atormentado al que se le pide (como le ocurriera al protagonista de El Protegido) que sea un héroe cuando menos capacidad tiene para ello. Este señor Hess, pastor episcopaliano respetado por su comunidad, algo puritano (ni siquiera dice tacos y no ve la televisión), habría enfrentado cualquier crisis medio año atrás, pero no tras la muerte de Colleen, su esposa. He ahí una de las más entretenidas preguntas que inspira la película: ¿Los extraños fenómenos que se están produciendo habrían ocurrido si no hubiese muerto la señora Hess? Yo apuesto que no.
 
Alarmado por la aparición de alguien sobre el techado, Graham despierta a su hermano Merrill, y juntos salen a asustar a quienes ellos creen que están merodeando su casa: los típicos gamberros locales. No obstante, la búsqueda resulta infructuosa, y con ella acaba el segundo episodio de fenómenos extraños que la psique de Graham ha creado en el mundo físico.
LOS NIÑOS
La mañana en que aparecieron los círculos en el maizal, los pequeños Bo y Morgan están con Houdini -su pastor alemán- fuera de la casa, pero el perro está extrañamente agresivo y trata de atacar a la pequeña, a lo que su hermano reacciona matando al animal.
 

Este episodio se produce en paralelo a la inspección que Graham está haciendo, acompañado de la policía local, de los círculos aparecidos.
 
Caroline, que así se llama la agente de policía, le recuerda al padre de familia su condición de sacerdote, y éste la corrige.
 

Esa negación de Graham (20 % en conflicto), símbolo del rechazo que siente hacia su propia espiritualidad (80 %), está generando la rebeldía en Houdini –el perro-, puesto que éste representa la protección y conciencia que Graham debiera ejercitar hacia sus hijos (almas que aún no se protegen por sí solas, 20 %), de ahí su insólita agresividad. Consecuencia de todo ello, el niño se siente frío hacia su padre y rechaza sus disculpas.
 
(Un caso semejante lo vimos en la interpretación que hice de ‘El Árbol de la Vida’)
 
En un lenguaje no verbal, Morgan (alma, 20 %) reprocha a su progenitor el no haber cumplido con su responsabilidad protectora (Conciencia, 80 %). Graham está enfrentado con su fuente creadora (80 %), luego Morgan refleja ese mismo enfrentamiento hacia (Graham) quien lo ha creado.
 
Durante el ataque del perro, la niña (20 %) se ha refugiado en su casita de madera, decorada con símbolos celestes, tales como estrellas y medias lunas que, obviamente, representan el cosmos espiritual (80 %) en el que ella se envuelve y siente protegida.
 
En este breve pero fundamental episodio vemos que Morgan está llenando el vacío paterno de Graham, dado su temporal autismo emocional. El niño está asumiendo la responsabilidad paterna de ser la Conciencia (intelecto, 80 %) que debe proteger a sus almas dependientes (Bo y Morgan).
 
El niño es quien ve por televisión, junto a su familia, la proliferación de círculos por campos de todo el mundo, y quien se atreve a decir que los autores son alienígenas, y que aquellos eventos serán un capítulo decisivo en la historia de la humanidad.
 
Morgan posee una mente abierta, inusual para una comunidad campesina donde la máxima local es la desconfianza. Su mente mezcla sin conflicto razón y espiritualidad, sabiendo ver con cierta lucidez aquello que está aconteciendo. Su personalidad de joven inquieto se muestra claramente cuando vemos que se encamina a la librería, en compañía de su hermana, con el único afán de comprar un libro sobre extraterrestres.
 
Al igual que en El Sexto Sentido y El Protegido, los niños son poseedores de la visión que trasciende lo aparente. Lo elemental, aunque no sea racional, está mostrándose en los hermanos, como custodios de la lucidez frente a las distorsiones de su padre. Si el niño es un canal de la tierra, del sentido común (derivado de la Conciencia, intelecto, emisor, masculino, 80 %), su hermana lo es del cielo (emociones, femenino, receptivo, 20 %), siendo ambos puentes constantes y equilibrados entre los dos mundos complementarios.
 
La calidad espiritual de la niña la confirma un comentario de su padre, al recordar que cuando ella nació lo hizo sin llorar, y que las damas que la vieron en aquel instante dijeron que era como un ángel.
 
Es gracias al interfono de Bo, que su hermano escuchará la inteligible conversación de los alienígenas. Desde entonces, el escepticismo tendrá los minutos contados en Graham y Tío Merrill; los indicios comienzan a dar consistencia a la tesis esgrimida por el pequeño Morgan. Una tesis que Graham comenzará a valorar cuando –aterrado- observe una figura sobrehumana, en medio de la noche, entre los tallos del maizal. La televisión añadirá la última palabra: los ejércitos de Méjico y Estados Unidos confirman que naves extraterrestres se posicionan en los cielos…

No hay comentarios.:

Publicar un comentario